Curicaueri, el Sol, se casó con Xaratanga, la Luna. Él amaba el oro y se adornaba con joyas de ese metal: diademas, anillos y collares tan resplandecientes como él. Ella amaba la plata, semejante a sus destellos nocturnos, y contaba con una colección de alhajas que los recordaban de día. Los dos se amaban y siempre querían estar juntos. Por eso a veces los días y las noches eran demasiado largos y comenzó a reinar un gran desorden en el mundo.
La Madre Naturaleza no podía permitir que las cosas siguieran de esta manera y los llamó para regañarlos. “Tú eres responsable de alumbrar los días y hacer que las plantas germinen y crezcan”, le recordó al Sol. “A ti te toca vigilar que todo quede en sombras para que las personas descansen”, le dijo a la Luna. “Pero ninguno ha respetado mis instrucciones y por eso tendré que separarlos”.
Xaratanga le pidió que se compadeciera de ella, Curicaueri le rogó que no los separara, pero la Madre Naturaleza fue inflexible: “Comprendo lo mucho que se aman, pero más importante que su amor es la misión que les encargué y el respeto que le deben a los seres vivos que dependen de ustedes.” Xaratanga y Curicaueri le suplicaron por última vez pero la Madre Naturaleza ignoró sus palabras y los dejó solos.
Al ver lo triste que estaba su esposa Curicaueri le habló con ternura: “Nuestro amor no estará nunca en riesgo. De día yo saldré a iluminar los bosques y los mares y tú veras como brillo a través de la ventana de nuestras casas. Cuando yo regrese al hogar por la noche y vea que no te encuentras ahí, me sentiré feliz al saber que estás recorriendo los cielos rodeada de estrellas más hermosas y nobles que tus joyas.” Ella escuchó con atención estas palabras y le respondió: “Tienes razón. Quizá si respetamos nuestra misión la Madre Naturaleza permita que, de vez en cuando, tu brilles detrás de mí y que yo aparezca de repente, en pleno día”. Conmovida por lo que estaban viviendo, Xaratanga abrazó a su esposo y comenzó a llorar.
—Adaptación del relato purépecha referido por Otilia Meza en su libro Leyendas prehispánicas mexicanas.
•¿Te parece que la Madre Naturaleza fue justa? ¿Consideras excesivo el castigo que dio a Xaratanga y Curicaueri?
•¿Piensas que la obediencia es una forma de respeto?
•¿Qué pasaría si, por seguir nuestros sentimientos olvidamos nuestros deberes?
•¿El amor y el respeto son opuestos o pueden complementarse?
De la sabiduría popular
Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto.
Quienes tienen una posición de mando (incluyendo a padres y maestros) deben conducirse con corrección para que quienes están a su cargo mantengan su respeto por ellos.